Hay un tono que identifica a Jujuy: el multicolor. Y no sólo lo hace cromáticamente, sino que la provincia ofrece recodos mágicos a cada paso para el ojo curioso.

El norte esconde muchos tesoros que salen de los tradicionales.
Los caminos intrincados llevan al paseante por valles, montañas, desiertos, salinas, ríos, parques, peñas, bodegas, pequeños pueblos y ciudades que encantan por su arquitectura, su valor artesanal.
San Salvador, la capital de la provincia, es parte de la Reserva de biosfera de lasYungas promovida por la Unesco. Se la conoce con el apodo de la "tacita de plata".Las yungas son las selvas de montaña del norte de la Argentina. Se caracterizan por tener diferentes características según la altura del suelo: en las partes bajas existe una vegetación de bosque denso y húmedo con gran biodiversidad, pero en las partes altas la selva cede paso a la serranía donde predominan los arbustos y pastizales.

Podremos encontrar yaguareté, tapires, monos, y marsupiales, aves rapaces, loros, tucanes, carpinteros y pájaros como urracas y boyeros. La Quebrada de Humahuaca es, casi con seguridad, uno de los puntos más reconocidos a nivel mundial de la provincia, declarada Patrimonio de la Humanidad, recorre un
largo trayecto que permite conocer una cadena de ciudades de Jujuy una más bella que la otra. Circuitos turísticos de interés cultural y arqueológico.

 

Trekking, montañismo, cabalgatas. Avistaje de flora y fauna.

Su Paisajes de color dan marco a un conjunto de pueblos, con casas de adobe, capillas históricas y ruinas prehispánicas, donde el tiempo parece haberse detenido.

 

Tilcara es un importante centro arqueológico debido a los vestigios de antiguos
asentamientos indígenas. Ubicada en la Quebrada de Humahuaca.

La Quiaca es la ciudad fronteriza con Bolivia que fue habitada por los Incas. Un paraje que nos retrotae a la historia.

Su joya más cercana es Yavi, con un pueblo de adobe conservado de modo impecable y su mágica iglesia, Capilla de San Francisco. Su majestuosidad es sorprendente.

Cuenta con tres retablos con pan de oro, tallas de madera y pinturas flamencas. En las naves se distinguen obras de Mateo Pizarro realizadas en el siglo XVIII. El sagrario está recubierto en su interior por espejos venecianos y alabastro, lo que produce un efecto óptico deslumbrante.