Textos y Fotos: Ricardo Gómez
El Camino de la Muerte -o Death Road como se lo conoce generalmente- es el viejo camino que une La Paz con Coroico en la zona de los Yungas, en el departamento de La Paz, Bolivia.
El nombre de «Camino de la Muerte» fue dado hace muchos años cuando solo existía este camino para unir ambas ciudades. Es un camino sin asfaltar y muy estrecho por el que circulaban coches, camiones y autobuses en ambos sentidos y claro, obviamente había muchos accidentes y moría mucha gente.
Hace varios años se realizó un nuevo camino asfaltado con otro recorrido de doble mano para unir esas dos ciudades.
Sin embargo, el viejo camino se sigue manteniendo y es utilizado por ciclistas para experimentar la adrenalina en dos ruedas.
El Camino de la Muerte es un camino de tierra poco firme, con pozos, piedras sueltas y desparejo. El ancho es de unos tres metros promedio, aunque por momento se reduce a 1,5 m.
Hay cascadas que prácticamente caen desde el cielo y humedecen la tierra. La niebla y la llovizna acompaña todo el tiempo.
No hay nada que separe el precipicio del camino, ni siquiera árboles o vegetación. La pendiente es constante durante los 67 kilómetros. Las cruces instaladas son las únicas referencias. Esas cruces conmemoran a todos los que ahí perdieron la vida.
El itinerario comienza en La Paz. Desde allí se parte en camionetas con viajeros de todas partes del mundo. Arriba del techo de los vehículos se llevan las bicicletas. Luego de aproximadamente una hora se llega al punto conocido como La Cumbre, a 4650 m.s.n.m.
Allí comienza la aventura sobre dos ruedas, en esas bicicletas con frenos hidráulicos, ruedas reforzadas, amortiguadores y demases. Las conocidas mountain bike.
La lógica de todo el recorrido es que en ningún momento se hacen tramos en subida. El trayecto es todo en bajada. De esta manera, el tour es bastante amigable para todos, incluso para quienes se suben a una bicicleta una o dos veces al año. En resumen, podes morir en el descenso pero no te vas a cansar mucho.
Desde luego es un camino peligroso, pero si uno es prudente es muy difícil que pase algo malo. Un camino de tres metros de ancho -y menos en algunas partes- es más que suficiente para una bicicleta.
El riesgo real ocurre cuando vas a alta velocidad y no podes controlar la bicicleta. El camino tiene curvas muy cerradas y el piso está permanente húmedo y con algunas piedras. Si tomas mucha velocidad puede ser que frente a un imprevisto termines en el vacío, aunque no sea lo más probable.
Los nervios no paraban, la fuerza que hacía para agarrar el manubrio era excesiva, tanto que se me cansaban más los brazos que las piernas. No podía evitar pensar en cada curva en la posibilidad de perder el control de la bici. En la primera hora de bajada no la pasé bien.
A medida que descendíamos, la temperatura subía, el clima se volvía más agradable y el viento en la cara dejaba de ser una tortura para ser un alivio. También el camino se ensanchó levemente, lo que nos terminó de confirmar que finalmente saldríamos vivos de la travesía. Así fue, aunque un poco cansados más por el stress que por pedalear.
La sensación al llegar fue de alivio pero principalmente de satisfacción por lo vivido. Tanto en lo mental como en lo físico fue un desafío y siempre que se atraviesan y se cumplen los desafíos da satisfacción. Como solemos decir, uno de los motivos por los que decidí hacer el recorrido del camino de la muerte en bicicleta es paradójicamente vivir intensamente cada instante y para desafiarme a mi mismo.
Luego de un par de horas de relax emprendimos la vuelta hacia La Paz, por un camino con precipicio, pero asfaltado y con un ancho considerable.
La noche cayó a mitad de camino y la neblina espesa nos dio la sensación de seguir en el Camino de la Muerte. Solo nos relajamos cuando en el centro de La Paz bajamos del minibús y pisamos tierra sin precipicio.
Podemos escribir mucho más sobre el Camino de la Muerte, pero la mejor manera de que vivan algo parecido es que miren este video:
ความคิดเห็น